Marcelino conoce en un bar de alterne a Maribel y la invita a casa con la secreta intención de presentársela a su familia. La muchacha acude para ejercer su oficio, pero la tía y la madre de Marcelino la reciben como a la prometida del joven y, al tiempo que la elogian por su aspecto "moderno", censuran "los prejuicios y la estrecha moralidad" de la sociedad burguesa. La estupefacta Maribel piensa que, en aquella casa, todos han perdido el juicio; sin embargo, a medida que conversa con las dos afables ancianas y el encandilado Marcelino, descubre su bondad y su ternura infinitas y fantasea con que el amor puede redimirla de su vergonzante pasado.