Cierta mañana, a eso del mediodía, yendo a visitar mi bote, me sentí grandemente sorprendido al descubrir en la costa la huella de un pie descalzo que se marcaba con toda claridad en la arena. Me quedé como fulminado por el rayo, o como en presencia de una aparición. Escuché, recorriendo con la mirada en torno mío; nada oí, nada se dejaba ver.