Doña Irene, viuda y madre de Paquita, concierta el matrimonio de su hija con don Diego, un rico solterón. La aparición de don Carlos, sobrino de don Diego, vendrá a frustrar los planes de la viuda. Con este argumento, a primera vista tan simple, Moratín crea un alegato contra los métodos educativos de la época, y reivindica el derecho a una fe libre de fanatismos y supersticiones, a la par que aboga por la elección del amor, es decir, por los derechos del invididuo y, esencialmente, de la mujer.