Henri Matisse (1869-1954) no solo es conocido como uno de los más importantes pintores franceses del siglo XX, sino también como cofundador y uno de los principales exponentes del fauvismo. Su trabajo refleja una continua búsqueda del poder expresivo de los colores puros, brillantes y de las formas simples; como resultado, la representación realista de la naturaleza a menudo se retira a un segundo plano.
Para Matisse, el color no era un mero instrumento para expresar sentimientos subjetivos, sino que se convertía en la luz misma, funcionaba como medio en la creación de un espacio pictórico autónomo: «Más allá de mi fructífero trabajo con los tonos
creados, debe surgir una armonía del color vital, una armonía que es análoga a una composición musical».
Como artista creativo, Matisse no fue solo un pintor, sino que también experimentó con otros materiales: hizo vidrieras y diseños para teatro y creó esculturas significativas en bronce, cerámica y arcilla. En su vejez, confinado en una silla de ruedas, elaboró collages con papel de colores, pegamento y tijeras: sus famosos recortes de gouache.